Tú miras, tú tocas, tú sientes. Yo escucho, yo huelo, yo creo.
Tú corres. Yo nado. Tú sonríes, tú
lloras. Yo río, yo grito. Tú estudias, tú lees, tú piensas. Yo pinto, yo canto,
yo escribo. Tú hablas. Yo callo. Tú ignoras. Yo sé. Tú volteas. Yo observo. Tú
actúas. Yo recuerdo. Tú olvidas. Yo entiendo. Tú sabes idiomas de países. Yo sé
lenguajes universales. Tú bailas. Yo tropiezo. Tú debates. Yo peleo. Tú
perdonas. Yo beso. Tú abrazas. Yo acaricio. Tú vives. Yo existo. Tú mueres. Yo
duermo. Tú sueñas. Yo despierto. Tú
imaginas. Yo invento. Tú descubres. Yo aprendo.
Hoy somos esto; mañana todo lo contrario. O no.
Nos mezclamos. Creemos que nos mezclamos. Nos
complementamos. Queremos creer que nos complementamos. Buscamos una totalidad,
una unidad; por instantes la alcanzamos. O no. Una ventana en los ojos nos deja
ver que estamos incompletos. Te asustas, huyo. Ves una sombra, yo veo un
reflejo. Ambos de nosotros mismos. No podemos complementarnos. Nos damos cuenta
de nuestra incapacidad para ser piezas. No somos piezas. No hay un todo.
Tú miras. Yo miro. Tú tocas. Yo toco. Tú sientes. Yo siento.
Escuchamos, olemos, corremos y nadamos. Tú sonríes. Yo río. Tú lloras. Yo grito.
Estudiamos, leemos, pensamos. Pintamos, cantamos, escribimos. Tú hablas. Yo
callo. Tú ignoras. Te explico. Volteamos, observamos, actuamos. Recordamos,
olvidamos y entendemos. Sabemos idiomas y lenguajes de ningún lugar. Bailamos,
tropezamos. Tú debates. Yo peleo. Tú perdonas. Besamos, abrazamos. Yo acaricio.
Vivimos, existimos, morimos, dormimos. Tú sueñas. Despertamos, imaginamos. Yo
invento. Descubrimos, aprendemos. ¿Qué somos hoy? No hay un todo. O sí.
Nos fundimos sin mezclarnos. Creemos que no nos mezclamos.
No buscamos nada. Lo encontramos. O no. Una puerta en los cuerpos nos deja
entrar en lo inacabado. Somos obras sin terminar. Te ríes, grito. Escuchas una
voz, yo un aullido. Ambos del otro. No podemos no mezclarnos. Percibimos una combinación
heterogénea. No somos elementos. Somos un todo en la soledad de la que
escapamos. Luego no. Nos mutilamos al buscar la unidad. No hay una unidad.
Tú miras. Yo miro. Miramos el mismo punto y no vemos lo
mismo. Tú sientes. Yo siento. Vivimos el mismo momento y no sentimos lo mismo.
Tú sonríes cuando yo río. Tú lloras cuando yo grito. Yo callo cuando tú hablas.
Yo te explico cuando tú ignoras. Has recordado lo que yo olvidé. Has actuado
mientras yo sólo observaba. Sabemos y sabemos y sabemos y no nos sirve de nada.
Hablamos el mismo idioma y tantas veces no podemos entendernos. No te entiendo.
Tú me enseñas. Yo aprendo. Tú guías. Yo invento lo que tú imaginas. Tú sueñas
que yo existo. Cuando despierto mueres. Luego creemos que vivimos. Vivimos. O
no.
Carezco. Te falta. Lloras. Grito. Sonríes. Río. Somos
fragmentos de nosotros mismos. El caleidoscopio se ha roto. Siempre ha estado
roto. Los fragmentos de cristal caen al suelo estéril, estéril como nuestros
intentos de unidad. Río más. No entiendes. Eres azul. Soy rojo o amarillo. Nos
acercamos, nos superponemos, somos violeta, verde, naranja, blanco y negro. Ahora
entiendes.